El mosaico de Nolla es una de las cerámicas de mayor prestigio y resistencia producida en España, introducida desde Inglaterra por el empresario Miguel Nolla en el siglo XIX. Esta cerámica está compuesta por pequeñas teselas geométricas de gres, que juntas forman complejas composiciones en mosaico, conocidas como mosaicos de Nolla. A lo largo del tiempo, estos mosaicos han revestido los suelos de edificios icónicos del modernismo valenciano, catalán, y también en otras regiones como Cartagena y La Unión, convirtiéndose en un símbolo de elegancia y durabilidad.
El mosaico de Nolla es una cerámica de alto rendimiento, similar al gres porcelánico moderno, con una producción que comenzó en 1865. Su proceso de fabricación consistía en prensar arcillas pulverizadas y coloreadas en moldes específicos, para luego cocerlas a altísimas temperaturas, entre 1250 y 1300 °C. Este método resultaba en una tesela vitrificada de alta resistencia, ideal para formar mosaicos coloridos. Durante la primera etapa de la fábrica, se producían principalmente en colores básicos como blanco, beige, gris, marrón, negro, rojo, azul y naranja. Aunque el verde era raro, posteriormente la gama de colores se amplió, añadiendo tonos más variados, como el rosa salmón.
A diferencia de otros mosaicos, como el romano, el mosaico Nolla utiliza piezas geométricas producidas en serie que no requieren cortes durante su colocación. Las teselas solían adoptar formas como cuadrados, triángulos y rombos, con las cuales se creaban mosaicos en patrones intrincados. Las composiciones más comunes para los pavimentos eran de tipo «alfombra», con un diseño central rodeado por una orla, o cubriendo toda la superficie de la estancia. La colocación precisa era clave para asegurar que el resultado final se viera como una sola pieza, lo que sigue siendo un desafío en la restauración de estos suelos. Gracias a su gran resistencia y belleza estética, los mosaicos de Nolla se utilizaron en numerosos espacios y su legado sigue siendo relevante hoy en día.
La fábrica original de Miguel Nolla, ubicada en Meliana (Valencia), tuvo un impacto económico significativo en la región, empleando a más de 1500 personas en su apogeo. La fábrica no solo produjo estos mosaicos, sino que también sirvió como un centro de innovación y producción que fue admirado por la alta sociedad europea del siglo XIX. A lo largo de los años, la empresa pasó por diferentes etapas, siendo adquirida por el Conde de Trenor en 1920 y convirtiéndose en una sociedad anónima bajo el nombre de Mosaico Nolla S.A. A pesar de que otras empresas intentaron replicar el éxito de Nolla, como La Alcudiana o LLevat, la complejidad de producción y la alta calidad de los mosaicos originales aseguraron el liderazgo de Nolla en este mercado.
En la actualidad, el mosaico de Nolla sigue siendo valorado por su excepcional calidad y estética. Varias iniciativas recientes, como el Centro de Investigación y Difusión de la Cerámica Nolla (CIDCeN), se han creado para preservar y difundir este patrimonio. Eventos como el I Congreso Nacional sobre Cerámica Nolla y exposiciones como «El Legado de Nolla. 1865-2015» han resaltado la importancia histórica y cultural de estos mosaicos, asegurando su conservación para las generaciones futuras.